En la Academia Cultura,
Nadie nos dijo que llegaría la hora en que
seríamos capaces de salir por las escotillas
y buscarnos entre las brumas más densas
y reencontrarnos en distintas escalas de navegación
y ajustar las jarcias de nuestras naves
y zarpar juntos otra vez en una nueva travesía.
Nadie nos dijo que llegaría la hora en que
seríamos capaces de hacer grande el cuaderno de bitácora,
con las más diversas aportaciones de cada cual,
con propuestas de ideas por desarrollar,
con gadgets de lo más variado,
con una colección inacabable de temas y más temas...
Nadie nos dijo que llegaría la hora en que
seríamos capaces de conjurar lo que sí y lo que no,
aquel microcosmos de reglas un tanto desarregladas
y escribirlas y reescribirlas de nuevo
y volverlas del derecho y del revés
y recordarlas y reírnos de ellas y de nosotros mismos.
Nadie nos dijo que llegaría la hora en que
seríamos capaces de sentir cierta nostalgia
al traer a nuestra memoria y compartir
los días especiales que se salían de la norma
los profesores que nos marcaron más o menos
las anécdotas escogidas para no olvidar.
Nadie nos dijo que llegaría la hora en que
seríamos capaces de poner de lado nuestras biografías,
lo que hemos hecho, lo que hacemos,
lo que nos gustaría hacer,
lo que pasa y nos pase por la cabeza,
todo lo que está por hacer y va a ser posible.
Nadie nos dijo que llegaría la hora en que
seríamos capaces de encadenar un nuevo relato colectivo,
de antes o de ahora o de después,
de crear y recrear historias,
de tomar la iniciativa y construir una gran historia
a partir de las pequeñas historias que los otros ya han escrito.
Nadie llegó a imaginar que llegaría la hora en que
saldríamos otra vez al patio
con las ganas de hablar a flor de piel,
con unas ganas tremendas de vernos,
con unas ganas inmensas de reencontrarnos,
con unas ganas descomunales de hacer y rehacer cosas y más cosas.
Nadie supo enseñarnos que la hora iba a llegar en que
íbamos a saber agitar en una mezcla explosiva,
lo que nos pasó, lo que nos pasa, lo que nos pasará,
las aguas claras y turbias de la vida
y que del calor de la deflagración iba a nacer
un río, un torrente, un maremoto,
un caos de comunicación y realidad.
Y quien no se lo crea que se
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Manel Marín Vivas,
Miguel Ángel López Colillas,
José Antonio Sierra Alhama,
Enric Batiste Bastidas
marzo de 2009
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