Ya junto a la puerta de la Cultura no podíamos dejar de oír los acordes insistentes de aquella musiquilla que retumbaba desde la máquina del bar. Era la señal acústica inequívoca de que habíamos llegado. Hoy sonaba como un himno la canción de moda: "By the rivers of Babylon". Era una música muy pegadiza, ideal para mover el esqueleto aunque estuvieras apoyado en las vallas frías y grises que estaban enfrente de la entrada.
"Babylon", que imágenes exóticas despertaba ese nombre de ciudad antigua en mi cabeza. El Martínez nos había dictado algo días atrás acerca de ciertos jardines colgantes; mejor dicho, no nos lo había dictado el Martínez, sino que, como tantas otras veces, había hecho leer el texto al Dani en voz alta mientras el resto íbamos tomando apuntes. El Dani jugaba en la lectura con los cambios de entonación y de velocidad, incluso de expresión de cara, y eso nos hacía morirnos de risa.
Babylon, Babylon, Babylon... ¡Cómo me gustaba ese nombre!...
...¿sigues tú?...
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